Muchas obras de arte quedaron destruidas, 5.000 venecianos perdieron su vivienda y la angustia de que el mar terminara por tragarse Venecia alcanzó su punto culminante.
Esta marea monstruosa reveló a los ojos del mundo la decrepitud de la ciudad y dejó claro el peligro real que representan la frecuencia y la magnitud de las acque alte.
Se produjo al fin una toma de conciencia de que el desolador estado de degradación de la ciudad no se debía a esta inundación catastrófica, sino a un proceso antiguo y constante de erosión, agravado por una negligencia absoluta.